Antonio Di Benedetto. Punto y aparte


«Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde». Punto y aparte. «Tenía 33 años». Punto y aparte. «El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad». Punto y aparte. Quien pronuncia estas palabras es un reportero, que arriba a esta constatación al tiempo que recibe la asignación de investigar las historias detrás de las fotografías en las que se ven los cadáveres de unos suicidas —tienen los ojos abiertos, «en la boca se les ha formado una mueca de placer sombrío». Para el trabajo, en la agencia le imponen la colaboración de una fotógrafa, a fin de lograr un reportaje (ilustrado) que luego pueda venderse a varias revistas. Conforme van hallando los indicios que permitan conocer el sentido de esas muertes —si lo hubo—, los periodistas empiezan a atravesar los días rumbo al cuarto viernes del mes próximo. «Si no se vive no hay que aguantar que nos dejen vivir. Los demás nos dejan vivir, pero mandan cómo». Ella le pregunta si lo haría. Si se mataría. Él no piensa en otra cosa: además, una colega de la agencia, avezada en la investigación documental, le pasa continuamente noticias, extractos e interpretaciones de autoridades filosóficas, literarias o históricas que se han ocupado del suicidio. (Bueno, él piensa además en la novia que tiene, en su madre, en su hermano, en la fotógrafa —de la que, por supuesto, va enamorándose—, en su padre)...

Publicado en el nuevo número de Magis. Para seguir leyendo, por aquí, por favor.

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