Orgullo


Lo pensé concienzudamente, a fondo, con la voluntad de dar una respuesta razonada y sincera, y luego de meditarlo por cinco segundos llegué a la conclusión de que no me siento orgulloso del Chicharito. Nada hice para que estuviera donde está; si acaso le he festejado alguna gracia, lo he hecho con el entusiasmo fugaz que pongo en celebrar que haya una coca en el refri, esperándome en el momento oportuno. Ni mi amigo es, ni mi pariente, ni nada. Lo mismo con Ximena Navarrete, con quien tampoco (otros dos segundos de reflexión) hallo motivos para sentir míos sus triunfos. Los Panamericanos —ni siquiera necesito pensarlo— me caen gordísimos, por mí que se vayan a hacerlos en las Islas Revillagigedo, o donde sea que no estorben. Por la suma de mi indiferencia y mis antipatías, veo que debo contarme entre la minoría de tapatíos que se sienten poco o nada orgullosos del Chicharito, de la miss y de los juegos cebitos, tapatíos también los tres, razón por la cual se preguntó acerca de ellos en la Encuesta de Percepción Ciudadana de Calidad de Vida, levantada por el Observatorio Ciudadano de Calidad de Vida y cuyos resultados se dieron a conocer el lunes pasado. A la pregunta de qué tan orgulloso se siente uno de vivir en Guadalajara, el 77 por ciento respondió «muy» o «algo», y de nuevo: yo me acomodaría en la franja de los que contestarían que nada —e incluso, de existir, marcaría la casilla que dijera: «Más bien me da penita».
     Abundan los datos sorprendentes en esta encuesta, y las ocasiones para la perplejidad más inesperada. «¿Cree que esta ciudad es propicia para que usted sea feliz?». ¡El 81 por ciento respondió que sí cree! Pero más adelante encontramos que, entre quienes se sienten «algo» y «muy» inseguros en la ciudad, suman un 45 por ciento; 21 por ciento de los encuestados fueron víctimas de algún delito en el último año, y 56 de cada cien juzgan como «grave» la violencia callejera en la colonia donde viven. ¿De dónde aquel optimismo, entonces? Los tapatíos no nomás percibimos que las autoridades hacen poco o nada por resolver problemas como la inseguridad y el narcotráfico, el desempleo, la pobreza y la desigualdad social y la corrupción y la ineficiencia del gobierno, sino que además nos tenemos mucha desconfianza entre todos: el 64 por ciento recela de los transeúntes con los que comparte la calle, y el 71 por ciento de los «jóvenes reunidos».
        Por lo que respecta al rubro de «Cultura y recreación», las cifras son poco dignas de ningún orgullo: lo que más se nos da es ver la tele, y no hacemos mucho más (ir a museos, al teatro, a conciertos) por falta de tiempo, principalmente. Con todo, entre quienes se dicen «algo» y «muy» felices, suman un pasmoso 90 por ciento. Pero más de la mitad aprecia que, en general, Guadalajara va «por mal camino». ¿Entonces? Pues que así somos, una sociedad esquizofrénica: mientras no nos falten motivos para esa cosa absolutamente inservible que es el orgullo tapatío...

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 14 de julio de 2011.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...
16 de julio de 2011, 7:58

Algo curioso ocurre al norte de México, donde es común, entre los desdentados, el "orgullo americano". Se argumenta que la llegada del inmigrante latino (la del Europeo es considerada "visita" así dure años) atenta contra la grandeza de una nación del primer mundo, que se comienza nutrir con la cultura del tercero. Es curioso que los lemas que aluden a la gloria americana abunden entre gentes que son parte de su decadencia, en ese medio social donde impera la ignorancia e incrementa sus huestes el inefable Tea Party.

Creo que fue Antístenes quien le dijo a cierto griego que se ufanaba de su origen: "Naciste en suelo griego, como muchos caracoles..."

Personas con discapacidad dijo...
19 de octubre de 2011, 11:30

Algunas culturas se arrebatan con las otras, nos dejamos influenciar por los otros, pero ante cualquier cosa debemos anteponer lo que somos.