Canal 44

La Universidad de Guadalajara ya tiene tele. Para qué, está por verse. Y por verse en la tele, principalmente: conforme vayan teniendo lugar las transmisiones y sea posible hacerse una idea de la programación, de los propósitos que con ella se persiga, de los alcances que tenga y de las formas en que el público responda a lo que vea. No es del todo impropio que una institución pública de educación superior se haga de una presencia en ese medio (ahí están TV UNAM o el Canal Once del IPN); al contrario, en la medida en que dicho medio sirva para las misiones sustantivas de tal institución (la vinculación con la comunidad, la reflexión crítica, la divulgación del conocimiento, etcétera), es deseable valerse de él, y hasta ya nos habíamos tardado. Pero no pueden soslayarse las particularidades del caso a la hora de imaginar lo que podrá ser y lo que en realidad será, pues se trata de una universidad cuyas condiciones de existencia —de subsistencia— están determinadas por una historia accidentada, por las peculiares formas de su gobierno (las formas oficiales y las oficiosas: los «liderazgos» morales a los que se pliega el conjunto de la comunidad universitaria) y por las inveteradas inercias que malamente rigen su funcionamiento: el imperio irresistible de la burocracia, la tergiversación sostenida de las prioridades, la primacía del utilitarismo político sobre cualesquiera otros fines que, se supone, debería observar una institución de esta naturaleza, la frivolidad, el despilfarro conviviendo cotidianamente con la precariedad, etcétera.
    Cabe esperar lo mejor: no hay por qué no esperarlo, pues la UdeG es, además de todo lo anterior, una realidad dinámica en la que abundan el talento, la responsabilidad, la voluntad crítica y la imaginación. Ahora bien: no hace falta ser expertos para suponer que la buena televisión cuesta, y que merecer, conservar y estimular la atención del público (crear un público, de hecho, y buscar que crezca) es un trabajo complejísimo, sobre todo en el tiempo y las circunstancias que corren —otra cosa sería si este canal hubiera surgido dos o tres décadas atrás, en esa prehistoria en que no existía internet y la televisión por cable parecía una patraña de las películas gringas. Eso me da mucha curiosidad: ¿cómo está asegurándose, en esta empresa, el interés de los televidentes universitarios, pero además de los televidentes en general? Es de esperarse que los contenidos sean de calidad, pero además que tengan pertinencia, oportunidad y buen gusto... Y, aun cuando se cumpla eso, ¿por qué no habría de cambiar de canal, yo que soy no nomás televidente, sino universitario también? Ojalá que el tedio (que suele definir por principio a la televisión cultural) lo vean como una peste que debe evitarse a toda costa, y que se hagan las cosas en serio, a salvo de chabacanerías, conveniencias chapuceras, improvisaciones y ocurrencias. Entonces estaremos en condiciones de saber para qué le sirve tener un canal de tele a la UdeG.

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 3 de febrero de 2011.
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1 comentarios:

Víctor Cabrera dijo...
4 de febrero de 2011, 13:33

¿Qué tal una revista semanal de Luvina?