Ingenuo

«¡S'orden's, jef'!»

A ver: yo no pienso que el Presidente de la República sea un ingenuo, sino todo lo contrario, y en el peor de los sentidos: no precisamente astuto, sino más bien taimado, ladino. ¿Qué? ¿Ya estoy invitado a Los Pinos? ¿O hará falta más? Porque si para merecer un agasajo en la Residencia Oficial el boleto se consigue enderezándole adjetivos al mandatario, yo —como muchos mexicanos— tengo un buen costal. También para los integrantes de su gabinete, para su administración toda, y en concreto para los modos en que él desempeña las funciones para las que le pagamos. Pero claro: para que su secretario de Gobernación me dirigiera una carta, regañoncita pero comedida, haría falta también que yo (o cualquier otro gato) gozara de las simpatías del Presidente; que, de preferencia, encarnara de un modo u otro alguno de sus dudosos gustos —ojalá que no le guste mucho la música de Luis Miguel, porque para conseguírselo ahorita va a estar complicado—, y que, en su burda comprensión de la conveniencia política, él o sus asesores juzgaran rentable que nos echáramos unos tequilas juntos... Para lo cual convendría que yo (o cualquier mono) fuera una figura popular, alguien con multitudes de fans para las que representara algo de eso que sentimentalmente pasa por conciencia social, alguien ocurrente quizás y jocosón: en suma, un tipo algo hocicón, pero no tanto: un invitadito inofensivo.
       Según declaró a las carreras al salir de la recepción que se le brindó en Los Pinos —a otro español, Manu Chao, el año pasado, le iban a aplicar el 33 constitucional por algo parecido—, Don Joaquín Sabina (como tan colonialmente se dirigió a él Gómez Mont en su misiva) y el Presidente se habrían mantenido en sus respectivas posiciones, las mismas que se habrían visto enfrentadas cuando el primero tildó de ingenuo al segundo. La cantante Tania Libertad, que estuvo ahí, agregó que los dos protagonistas del encuentro «se dijeron cosas muy bonitas». También estuvieron el ex portero del Atlante Félix Fernández —pero no hemos llegado a enterarnos de su interesantísimo parecer—, la graciosa presencia de Consuelo Sáizar, presidenta del Conaculta; el secretario de Hacienda —capaz que a él le tocó pagarles a los meseros—, otro cantante, David Filio —tampoco sabemos por qué ni para qué—, y el propio Gómez Mont, quien sólo retuvo una canción de las que habría entonado el parecito, Sabina y Calderón: «Llegó borracho el borracho». Muy cordial todo, muy lindo. 
        Nada de qué asombrarse, desde luego (bueno, sí: ¡la Secretaría de Marina tiene mariachi! «Que dice el Señor Presidente que qué pues con el mariachi». «¡Pero ya no alcanzamos a ir a Garibaldi!, ¿qué hacemos?». «¡Pues lánzate por el de la Secretaría de Marina!»). A Sabina, como bien ha recordado Guillermo Sheridan, hace diez años le gustaba comer con el Subcomandante Marcos para predicar sobre México; ahora ha cambiado de amistades. En cuanto al Presidente y los interlocutores intelectuales que escoge... Ni hablar: cada quien sus clásicos.

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 22 de abril de 2010.

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2 comentarios:

alter-ego dijo...
22 de abril de 2010, 9:21

Yo sí soy tu fans

Homeless Schakal dijo...
22 de abril de 2010, 11:03

Sería bueno que Felipillo nos invitara a echar unos tragos a Los Pinos, me cae. Yo voy de tu second, licenciado.

Por cierto, mucho éxito en su presentación el día de hoy. Por motivos de trabajo no alcanzo a ir, pero espero me guarde mi copia autografiada jaja.