Uno u otro

Es curioso: los mexicanos, que en términos generales tenemos un entendimiento muy distorsionado de la naturaleza de la democracia, y que en razón de dicho entendimiento hacemos tan pésimo uso de ella como sistema de gobierno (y como argumento y como ideal y como lo que sea), somos capaces de presenciar las campañas y la próxima elección presidencial en Estados Unidos con una mezcla de ilusión, de ingenuidad y de envidia, como si allá —y sólo por ser allá— las cosas fueran diferentes y la representatividad de los políticos votados en realidad fuera efectiva, como si tales políticos estuvieran investidos con las virtudes que sus publicistas pregonan, y como si, en fin, el ejercicio del sufragio tuviera allá —y nomás por ser allá— una trascendencia histórica infinitamente distante de las ruindades y las bajezas que menudean acá cuando es a nosotros a quienes nos toca elegir. Así, en las conversaciones al respecto casi parece que, de poder, acudiríamos gustosos a las urnas el próximo martes, y que votaríamos con seriedad y convicción, no por el menos malo sino por el que juzgamos mejor, y que de salir éste electo festejaríamos con alegría, como se supone que debe ser.
No ha sido difícil, desde luego, tomar partido: John McCain no sólo es un ancianito repelente que parpadea mucho, que se ha declarado analfabeto en cuanto se refiere a las nuevas tecnologías de la información y que recuerda demasiado a su detestable antecesor, sino que además necesitó acompañarse de una mujer más bien grotesca, Sarah Palin, para agregarle —es un decir— sex appeal a su campaña; Barack Obama, en cambio, es elegante, articulado, emotivo, jovenazo... Y, claro, aun si no entrara a la Oficina Oval ya ha marcado varios hitos por haber llegado tan lejos. La escritora Toni Morrison, en días pasados, «consagró» al candidato demócrata tildándolo de poeta, y le escribió en una carta pública lo siguiente: «Además de una aguda inteligencia, integridad y una poco común autenticidad, usted posee algo que no tiene nada que ver con la edad, la experiencia, la raza o el género, algo que no vi en otros candidatos. Ese algo es una imaginación creativa, que acoplada con la brillantez equivale a la sabiduría». ¡Caramba! Lo llamativo es que el entusiasmo de Morrison está siendo crecientemente compartido por multitudes —en internet circulan incontables videos, por ejemplo, y no todos manufacturados por ciudadanos estadounidenses, que ensalzan las virtudes del senador negro (bueno: afroamericano, aunque no del todo)—, y que el mundo (y en el mundo los mexicanos) es capaz de ponerse chinito al oírlo hablar de esperanza y demás fruslerías.
Tan gigantesco es el desastre dejado por la administración saliente que, es de suponerse, la actuación del nuevo presidente tardará mucho en notarse. Antes, es más probable, se verán las primeras pifias del ganador—que las cometerá muy pronto. Y sin embargo nos obstinamos en creer que lo que ocurra el martes será emocionante y tendrá sentido.

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 31 de octubre de 2008.
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3 comentarios:

Víctor Cabrera dijo...
31 de octubre de 2008, 19:25

Oiga, maestro: mire, yo no sé si ese Obama sea lo que dicen. Chingón, lo que se dice chingón, usted. Le doy esta vez, como siempre toda la razón: con el pinche lodazal que le van a dejar, quienquiera que llegue nomás va a deslucir. Y eso de la "esperanza y demás fruslerías" es francamente genial. Salve

Luis Vicente de Aguinaga dijo...
1 de noviembre de 2008, 11:47

Perdona la corrección, amigo. Cuando te refieres a "las virtudes del senador negro", y después matizas: "bueno: afroamericano, aunque no del todo", cometes un pequeño error. Afroamericano, en sentido estricto, Barack Obama lo es de los pies a la cabeza, literalmente: africano por parte de padre y americano por parte de madre. Lo que a lo mejor no es del todo es -mira tú- negro.

En cuanto a votar el martes, con o sin entusiasmo, lo correcto sería que todo el mundo, pero todo-el-pinche-mundo, o por lo menos todos los adultos del planeta, pudiéramos votar este martes. El próximo ungido, llámese como se llame, ¿acaso no será el último presidente gringo que será también presidente de todos los demás terrícolas? ¡El último! Hay que hacerle cuando menos ese honor...

Alejandro Vargas dijo...
8 de noviembre de 2008, 17:07

Puedes creer que a estas alturas del partido existan personas que votarían por McCain porque tiene un cierto parecido (en su nombre) a aquel John McClane de películas tan divertidas por irreales como Duro de Matar?
Y por el otro, no votarían, porque es de color.

Ca'quién, pero la neta...bueno, ya sabes que diría aquí.

Saludos!