El cuerpo por escrito


Hace poco más de 17 años comenzó a circular en México un libro que pronto convocó una admiración generalizada y una creciente curiosidad por su autor, un escritor inesperado y hasta insólito sobre quien escaseaban los datos —y los que había parecían más bien extraños: era especialista en patología pediátrica y, aunque mexicano, había ejercido su profesión desde hacía décadas en prestigiosos hospitales de Estados Unidos y Canadá. El volumen (que apareció primero en inglés y ya había sido distinguido por un importante premio) se titulaba Notas de un anatomista, y lejos de ser un manual técnico o un texto de estudio dirigido a médicos en ciernes, su carácter sorprendente radicaba en que abría, por la vía del ensayo literario, un acceso franco y generoso a un tema inagotablemente fascinante: el cuerpo humano. Desde entonces, el doctor González Crussí no ha dejado de brindar a sus lectores —una cofradía reducida al principio, que ya va siendo una pequeña multitud— incontables ocasiones de descubrimiento y asombro en su apasionante incursión en los misterios que alberga la materia de que estamos hechos. «Cualquiera diría que el cuerpo siempre se da por descontado; que en todo lugar el cuerpo es algo indiscutible y aceptado en igual forma. Pero no es así»: son las líneas inaugurales de La fábrica del cuerpo, uno de los títulos más recientes del médico ensayista: una historia del conocimiento anatómico a través de los siglos, pero también una lúcida reflexión, profusamente ilustrada con relatos e imaginaciones, acerca de la naturaleza humana más íntima y más universal.
Francisco González Crussí, lo ha contado él mismo en las conmovedoras páginas autobiográficas de los libros Partir es morir un poco (publicado por la UNAM en 1996) y There Is a World Elsewhere (aún inédito en español), tuvo sus primeros encuentros con las ciencias médicas en la pequeña farmacia que su madre sostenía en la Colonia Obrera de la Ciudad de México. En pos de las posibilidades que su entorno natal le negaba, el joven médico debió marchar al extranjero, para ya nunca regresar definitivamente. Autor prolífico de artículos y libros de su especialidad, profesor emérito de la Northwestern University de Chicago (ciudad donde todavía reside) y editor en jefe de la revista Pediatric Pathology, a la vuelta de los años se encontraría de vuelta en la que fue su vocación inicial: la literatura. Así, a Notas de un anatomista han seguido libros como Mors repentina. Ensayos sobre la grandeza y miseria del cuerpo humano, Los cinco sentidos, Sobre la naturaleza de las cosas eróticas y Día de muertos y otras reflexiones sobre la muerte —todos escritos originalmente en inglés—; más recientemente han aparecido otros como Horas chinas —donde da cuenta de su fervor por una cultura que no ha dejado de impresionarlo en sus dilatados viajes— o Venir al mundo, en el que Ruy Pérez Tamayo, también médico y también escritor, constató algunas claves estilísticas: «La legendaria erudición de González Crussí se acompaña, como acostumbra, de una gran fluidez narrativa, que hace volar las páginas con soltura y elegancia». La suya es una erudición, en efecto, que hace pensar en los hombres del Renacimiento: una incesante curiosidad que va procurándose, sin descanso, las informaciones que precisa. Pero González Crussí también dispone, sin falla, de la astucia ensayística que consiste en compartir sus hallazgos con inmejorable claridad, a menudo con sabrosas disquisiciones o propiciando un misterio en la lectura que permite a ésta progresar como una experiencia absolutamente gozosa y muchas veces divertidísima (el recuento que hace, por ejemplo, de la accidentada historia del prepucio de Cristo, cuando habla del comercio de las reliquias en la Edad Media, en uno de los ensayos de La fábrica del cuerpo).
«Hay sólo dos temas dignos de ser escritos o leídos: el amor y la muerte: eros y thanatos», se lee en uno de los ensayos de Mors repentina. Y, ciertamente, tales son los temas cardinales de Francisco González Crussí. Nada menos.

Publicado en Magis.
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