Tijerillas

La primera tijerilla del año: posada en el barandal de una escalera, al atardecer, lista para anunciarse de un modo ciertamente desagradable al principio, pero disculpable al fin, cuando uno retira rápidamente la mano ante la posibilidad del contacto con su naturaleza de clavo oxidado y fuera de lugar. Lo bueno es que tampoco ella parece buscar el contacto, y así permanece quieta para contemplarla con detenimiento. Sola, pues quizás ha sido la elegida por el enjambre para venir, en su función de exploradora, a localizar las luminarias en torno a las cuales sobrevolarán las demás en las noches siguientes. Sola y tal vez desconcertada, impaciente por que lleguen sus compañeras, que vienen... ¿de dónde? ¿De dónde llegan las tijerillas, y a dónde se van cuando termina el tiempo de su visita anual?
Como las pitayas o las cañas, como las jacarandas, como los aromas inconfundibles de la lluvia o del frío en las épocas correspondientes, la comparecencia infalible de las tijerillas en octubre es uno de los recordatorios preferibles de la ciudad que nos ha tocado en suerte. Claro: los hay, también, adversos e indeseables: la saña de los aguaceros y sus secuelas desastrosas, las nubes fétidas o asesinas que vamos atravesando en el pesaroso transitar de lo cotidiano (la Calzada, Miravalle, el camino del aeropuerto), las aglomeraciones y los embotellamientos que a menudo mueven a maldecir una ciudad cuya dinámica de crecimiento ha sido la del cáncer, nuestra idiosincrasia con sus dosis de abulia, arrogancia, egoísmo y cerrazón. Aun con su mala fama, atribuible al supuesto y seguramente infundado peligro que representan (quién no ha oído que se te meten por las orejas y causan sordera, o que te comen el cerebro, aunque, también, quién ha sabido nunca de nadie atacado así por una inocente tijerilla; su nombre en inglés, por cierto, es earwig, que viene de «oído», y la denominación científica es Forficula auricularia, o sea que tal vez el peligro no sea tan imaginario), lo que las tijerillas traen consigo es un sutil argumento para pactar, así sea sólo durante el mes que duran entre nosotros, una tregua con la ciudad: si vuelven, si no han dejado de regresar año con año, puede que Guadalajara todavía tenga salvación y que debamos proponernos reencontrar, poniendo en pausa la exasperación y el desconsuelo, las razones que por lo visto la hacen digna de seguir recibiendo a estas visitantes.
Las tijerillas no dan mucha lata: acaso nomás espantan tantito, y lo natural es sacudírselas. Pero su aparición tiene el efecto de hacer resurgir, en la imaginación, las versiones anteriores de la ciudad que hemos visto pasar: los octubres pretéritos, tal vez no siempre mejores, pero en cuya reconsideración es posible creer que la ciudad de la que hoy disponemos tendría que seguir siendo la misma, aquella en cuyas noches claras hemos hallado ocasión de esperar con mejor ánimo la mañana siguiente. Como debe ocurrir con las tijerillas, que se ve que la pasan tan a gusto aquí.


Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 5 de octubre de 2007.
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4 comentarios:

Alejandro Vargas dijo...
8 de octubre de 2007, 16:36

Esas tijerillas, también a mi me infundieron el miedo de que cortaban el tímpano, que terrible!

Anónimo dijo...
9 de octubre de 2007, 12:50

Me gustó mucho tu artículo. Pero debo decir que instintivamene trato de cubrirme las orejas con las manos al escuchar su nombre o verlas.

Anónimo dijo...
29 de octubre de 2010, 17:05

por los que no estan enterados de la evolucion las tijerillas an empezadoa evolucionar, ahora ya estan empezando a volar son pocas las que y vuelan pero segiran evolucionando y muy pronto en lugar de preocuparnos por las moscas nos tendremos que preocupas por las tijerillas voladoras

Anónimo dijo...
27 de julio de 2012, 1:32

La fama de las tijerillas viene de un capítulo de la serie "Dimensión desconocida", en la realidad si se ha reportado que se meten a los oídos, pero más bien porque los ven como un agujerito para esconderse que para perforar el cerebro, hasta donde sé simplemente con una solución salina en el oído salen. aunque si debe de ser muy molesto.