Sobre una nota difamatoria

El lunes 30 de julio, el semanario Crítica, que circula en Guadalajara, publicó una nota difamatoria, firmada por Luis G. Abbadié, en la que el escritor Sergio-Jesús Rodríguez despliega sus suspicacias (sus excesos de imaginación e inquina, para decirlo con más precisión) respecto a lo que él entiende como un tráfico de influencias cuyos principales beneficiarios seríamos la poeta Françoise Roy y un servidor. En respuesta, envié al semanario tal una carta con aclaraciones para Rodríguez, pero sobre todo para los lectores de esa nota —que, por lo visto, son lo que menos le importa a Crítica, pues no publicaron ninguna rectificación ni, hasta la fecha, a mí me han respondido. Reproduzco a continuación la carta, y remito a los interesados al artículo de Luis Vicente de Aguinaga, en su columna de Mural (y disponible ya también en su blog), donde hace una lectura impecable de estas detestables prácticas «periodísticas».

Sr. Director:

Como principal aludido, le solicito atentamente que me permita hacer unas aclaraciones respecto a la nota «Premios entre amigos», firmada por Luis G. Abbadié y publicada en el número más reciente de su semanario, y que considere la pertinencia de destinarles un espacio para conocimiento de sus lectores:
Primera: habría sido deseable, en pro del mejor ejercicio periodístico, que el Sr. Abbadié hubiera procurado localizarme para darle mi parecer sobre las acusaciones que se vierten contra mi persona. No es difícil: trabajo en dos revistas (Luvina y Magis), publico una columna semanal en el periódico Mural, desde hace casi cuatro años coordino los talleres de ensayo literario en la librería José Luis Martínez del FCE y mantengo activos dos blogs (www.eltubodeensayo.blogspot.com y http://azotecarranza.blogspot.com). Así, tal vez, el Sr. Abbadié habría tomado con más reservas la información —equívoca— que le proporcionó el escritor Sergio-Jesús Rodríguez.
Segunda: lo que afirma Rodríguez tiene ya un tiempo circulando en un foro de internet. Finalmente ha decidido ventilar sus suspicacias más allá de ese medio, tan propicio para la confusión y los malentendidos —empezando porque sólo hasta hace muy poco los participantes de dicho foro (Rodríguez, diligente, el primero) han ido animándose a firmar sus mensajes, cosa que agradezco porque es ocioso alegar con sombras. Me sorprende la atención y el tiempo que Rodríguez ha dedicado a sus «investigaciones», y hasta me halagaría si no fuera porque sus propósitos son tan lamentables. Rápido lo desengaño: el premio que gané en Campeche, hace más de diez años, fue concedido a un libro titulado Antes que nada pase (que nunca se publicó, pero tengo conmigo el diploma); el libro con el que gané el año pasado en Ciudad Obregón, Sonora, se llama Si esa lluvia llega va a destruir la ciudad (y tampoco se ha publicado, aunque lo propuse ya a una editorial, a ver qué suerte corre; también tengo el diploma). Según parece, Rodríguez supone que, con previsión admirable, yo me encargué de hacer correr la especie, ¡con diez años de antelación!, de que en 2006 participaría en el concurso de Sonora, pues así lo deduce de un evidente error que consta en la antología Muestra de literatura contemporánea de Jalisco, publicada por la Universidad de Guadalajara en 1997 y preparada por César López Cuadras: «El problema es que abona las suspicacias», aduce Rodríguez. «Aunque con atribución errónea, este libro [Muestra...] documenta que él mismo se encargó de difundir la existencia de Si esa lluvia llega va a destruir la ciudad años antes de ser premiado». Qué más quisiera, pero no tengo el don de la clarividencia.
Tercera: Rodríguez —quien, por lo demás, demuestra espíritu cívico: me parecería muy bien que les escribiera a los diputados para que trabajen en legislar sobre premios, estímulos, becas y amistades: para eso están— hace ver que sus perplejidades tienen origen en lo que él entiende por la necesidad de «una normatividad orientada a una distribución equitativa de recursos, oportunidades y espacios para todos los autores del país», si bien lo que sugiere a continuación desmantela esa aspiración: «El parámetro ha de ser el talento y la propuesta». Pero, puesto que ni el talento ni las propuestas están distribuidos equitativamente entre «todos los autores del país», y los recursos, las oportunidades y los espacios son más bien escasos, ese reclamo es más bien peregrino (sería como querer que hubiera una especie de Seguro Popular que amparara a cuanto escribidor brote en cualquier lado). Así, y esto quedará claro a quien se tome la molestia de visitar el foro de internet arriba aludido, lo cierto es que la campaña de Rodríguez contra mi persona tiene origen en el hecho de que él no resultó beneficiado en la convocatoria del Programa de Estímulo a la Creación y el Desarrollo Artístico 2006-2007, de la Secretaría de Cultura de Jalisco, en el cual fui seleccionador. Ve con extrañeza que en dicha selección se hubiera resuelto apoyar el proyecto de la poeta Françoise Roy, y que ella, antes, hubiera formado parte del jurado que me premió en Sonora. ¿Qué le digo, a Rodríguez? Dos cosas: que ni a Roy, ni a Fernando de León, ni a Dante Medina (los tres integrantes del jurado del premio sonorense) tiene derecho a endilgarles ninguna acusación, pues a ese concurso yo me presenté —como se hace habitualmente en todo premio literario para libros inéditos— con pseudónimo y sin saber quién iba a decidir. Pero, claro: apenas lo veo así escrito, entiendo que no me lo va a creer. Rodríguez está encarrerado en imaginar complicidades y repartos del botín, y así insulta el prestigio de estos tres escritores, el del Instituto Sonorense de Cultura y el de la Secretaría de Cultura de Jalisco (¡ojo, Abbadié: tan bien que había comenzado la nota, con una reverencia profunda a las autoridades!). Le digo también que en la convocatoria que no lo favoreció a él, a Rodríguez, no decidí yo solo, ni en su caso ni en el de Roy, pues como bien sabe había otros dos seleccionadores, César Cano y Arturo Santana, de Querétaro ambos.
Cuarta: Rodríguez objeta, sin conocer ni el libro que ganó en Campeche ni el que ganó en Sonora, que este último premio se me haya dado por algo que hice con una beca, también diez años atrás. ¿Lo que se escribe con un estímulo no se puede meterlo a concurso? ¿Dónde dice eso? ¿Y qué tal si es algo completamente distinto? Lo dejo ahí para que continúe en sus especulaciones. Por mi parte, no tengo tiempo ni paciencia —ni mucho menos interés— para seguir dando explicaciones, y sólo le agradezco a Rodríguez que al final de sus declaraciones me perdone la vida y me permita seguir andando por la calle: «No queremos cárcel para autores», dice. Bueno. A otra cosa, entonces.
Imprimir esto

2 comentarios:

Alejandro Vargas dijo...
7 de agosto de 2007, 16:51

¡Terrible situación JIC!¡Pero te apoyo totalmente!¡VENGA! Cómo se atreve a hacer ese tipo de acusaciones sin estar enterado de nada ¡por favor! me indigna.

Anónimo dijo...
24 de agosto de 2007, 12:03

Híjole! De entrada, pues en tu blog, blooff?, pues se corre el riesgo de que "no autorices" la publicación de los comentarios.
Corro el riesgo.
TU CINISMO, JOSÉ ISRAEL CARRANZA, ESTÁ MORROCOTUDO, CHE!!!
Mira, tus cuentos chinos y justificaciones, no te los cree ni tu abuela, con el respeto que me merece tan ilustre dama. Ni siquiera se la creen tus mútiples compinches y, vamos, ni siquiera te los crees tú.
Hay favoritismo y cuatachismo en tus premios. Tus columnas periodísticas son mediocres. Tu talento igual. Tu obra es mayoritariamente desconocida. Aunque muy premiada, pero por razones que conoces a fondo, no por méritos literarios. Sólo queda retomar el consejo que en "Señales de Humo" dio tu hermano del alma, el de apellido Vite, pero dirigido a ti mismo y a toda tu capilla de premiados y multiganadores de becas: Procuren ganar en concursos extranjeros, IN- TER- NA- CIO- NA- LES, donde no metan la mano los cuates,ni CONACULTA, y luego nos presumes tu talento. Mientras tanto, las dudas ensombrecerán per secula seculorum tu supuesta brillantez.